Atreverse a hablar de un restaurante, de un emporio gastronómico de más de cien años de existencia, como Casa Gerardo, además de un reto es toda una osadía.
Pero cuando a través de la cocina descubres emociones, sentimientos y sobre todo la pasión y el corazón de las personas que están detrás, no te puedes quedar impasible y tienes que gritar tus sensaciones, para que disfrutar de su menú no se convierta en un acto de egoísmo, sino en la generosidad de compartir para hacer felices a los demás. Eso es lo que he sentido al poder definir la esencia de Asturias a través de Casa Gerardo.
Estábamos disfrutando de un maravilloso fin de semana en Asturias, entre amigos. El día había amanecido con un sol espléndido en Gijón e invitaba a ropa cómoda, de primavera, para acudir a una cita que yo no repetía desde hacia unos 20 años. Desde mi vínculo al mundo del fútbol, una pasión compartida con Pedro y Marcos Morán. La relación de amistad con padre e hijo, de parte del grupo, convertía el momento en una cita entrañable, pero reconozco que para mi de gran significado y cierta excitación.
SER FELIZ EN UN RESTAURANTE
Estaba feliz dejándome guiar por el cariño de los anfitriones, recorriendo las diferentes estancias y rincones, apreciando el poso de la historia y el relevo recogido de los antepasados, desde el abuelo Gerardo, ante la presencia de un equipo de cocina joven distribuido por los diferentes puestos, como en la pizarra de una táctica de vestuario. Una estirpe de emprendedores que han llevado la Cocina Asturiana al más alto nivel y la han convertido en su bandera.
Desde el principio todas mis expectativas se vieron superadas. La calidez de la recepción con el culin de sidra Sopeña que nos tomamos; la bodega, la cocina y su organización, pulcra y espaciada; el clima decorativo de los diferentes comedores, y por encima de todo el calor humano, el compromiso con la tierra y la pasión de Pedro y Marcos.
Un espectáculo de tradición y creatividad en donde el testigo, como en los grandes relevistas de las carreras de obstáculos, se traspasa sin perder el ritmo y manteniendo la velocidad.
En el menú, para mi, había algo de religión. Tenía muy claro lo que no iba a perdonar y partiendo de esa base, estaba dispuesto a dejarme querer. Pero las croquetas, la fabada, el pitu caleya y el arroz con leche eran innegociables. Fundamentalismo puro.
LA PUREZA DE LOS ENTRANTES
Empezamos con sorpresa ya en los Entrantes. Un Bocadillo crujiente de Quesos Asturianos, hecho con pasta filo caramelizada y lleno de espectaculares matices. A continuación, unas Croquetas del Compango de la Fabada, que las habrá iguales aunque yo crea que no, pero mejores imposible, porque al masticarlas sufres una explosión de sabores, intensos y delicados por la suavidad de la masa.
Continuamos con un concesión a los productos de temporada, con unos Espárragos frescos de Mendavia, regados con aceite de la modalidad arbequina de La Catedral; con unos Cogollos a la crema de salsa pil pil de merluza, pistachos y aguacate, realmente sorprendentes; y unos Guisantes de Asturias con jamón Joselito, en donde el guisante se muerde, cruje en la boca y resbala en su mezcla con el jamón.
Poco a poco ibamos despertando todos los sentidos, en un clima inigualable, hasta que se sumó a la fiesta uno de los productos genuinos de Asturias, el Oricio de mar, servido crudo, al natural, con las tiras de coral perfectamente definidas. Un sabor a mar puro.
DEL MAR A LA TIERRA
Pero la otra propuesta de Oricio, era uno de los platos novedad de la temporada. El plato se llama: Yema de oricios,tomate asado, yemitas de triguero, pan de maíz, piel de leche y cacao. El Oricio presentado con la yema de huevo (la mejor salsa del mundo según Pedro Morán), con picante, cacao, piquitos de espárragos verdes y una piel de leche (la nata de la leche hervida) por encima, con toque de calor. Un recorrido de sabores espectacular, todo un descubrimiento, que por si mismo mereció un brindis: Por Asturias y Casa Gerardo!
Entramos en la recta de tribuna del Circuito de Casa Gerardo, con la reina, la Fabada de Prendes, un plato para enamorar, para vincular el estómago con la cabeza cada vez que la mezcla con el Compango, los troceados, lacón, morcilla y chorizo, con las fabes, se transformaban en bocado.Exquisitez pura en un plato obligado cada vez que se pisa este emporio.
No era cosa de valientes, pero algunos se quedaron en el recorrido sin probar otra joya de la cocina autóctona, primo hermano de nuestro Gallo de Corral Gallego, el Pitu de Caleya. Con ese color oscuro, invadido por su salsa, con una textura delicada al paladar, la mejor muestra de la cocina casera, de fuego lento. Para no arrepentidos.
Tocaba a despedida y el único hueco que nos quedaba estaba reservado para el mejor Arroz con Leche del mundo. Un postre único el de Casa Gerardo, tan único que para no llorar al despedirnos de él, nos llevamos un taper de dos raciones para seguir recordándolo a nuestro regreso. No se puede pasar por Casa Gerardo sin probarlo e incluso está permitido pasarse de frenada con él para seguir disfrutándolo. Gula pura.
AMOR DE TODA LA VIDA
De lo demás que decir. Que la sidra y el tinto rioja perfectos como acompañantes. La trufa de chocolate con el café en la línea de alto nivel de todo el menú. y un compromiso permanente, volver, volver y volver, porque venir aquí es como ir a Lourdes, para que a uno le perdonen los pecados. Sales redimido.
Y para que no quedaran dudas, todos nos aposentamos en el mostrador de recepción para llevarnos a casa el testimonio de nuestro disfrute, con la selección de los ingredientes de la fabada, para preparárnosla en casa, en un packing muy elegante diseñado por Casa Gerardo. Esa prolongación de su cocina es uno de los grandes atributos del Restaurante, lo que también está haciendo con la fabada en frasco de cristal que elabora y distribuye con La Catedral.
Después de todas las sensaciones transformadas en sentimientos, llegas a la conclusión de que de Asturias no te puedes despedir, es como un amor de toda la vida. Siempre sueñas con volver a verlo y si tardas en hacerlo, te quedarán unos recuerdos que nunca podrás borrar.