Después de una temporada de intenso trabajo y ante las expectativas de un puente amenazado por el mal tiempo, habíamos decidido una opción de viaje cercano a Galicia y abierto a diferentes posibilidades, sobre todo para contrastar tierra y mar. Primero el destino, siempre con la idea de descubrir algo nuevo, y después, en función del clima y estado de ánimo ir tomando decisiones. Optamos por Descubrir Asturias: Prelo y su Noroeste. Hasta entonces había sido un lugar de paso aunque con alguna que otra parada para disfrutar de su gastronomía en pueblos de la costa, además de varias estancias de interior en Taramundi, aunque eso merece un punto y aparte.
La elección puso nuestro objetivo en Prelo, perteneciente al Concejo de Boal, a 33 kms de Navia, y nuestra curiosidad nos llevó hasta el Hotel Palacio de Prelo palaciodeprelo.com perteneciente al grupo de Casonas Asturianas https://www.casonasasturianas.com. Su situación en el mapa era como un verso suelto preparado para descubrir, en una zona que a priori tiene su atractivo en su cercanía con el mar, por un lado, y su proximidad a la comarca de Los Oscos y a los accesos a Galicia por el puerto de El Acebo, por otro. Era algo totalmente nuevo, y ese desconocimiento hacia la propuesta aún más atractiva.
A Boal llegas desde Galicia después de pasar Ribadeo, Vegadeo, Castropol y Tapia, y dirigirte al interior desde La Caridad o pasando por Navia. Recomiendo la segunda opción, porque al optar por la primera te encuentras con una carretera muy sinuosa plagada de una cordillera de constantes curvas. Después de un trayecto de subida y poco poblado, nos encontramos con Boal, un núcleo urbano con algunas edificaciones demasiado voluminosas para convivir con el entorno, pero muchas de ellas hechas con el sudor y sangre del ahorro de las familias del pueblo que emigraron a Cuba, en la primera parte del siglo pasado. Pasamos el núcleo central del pueblo y bajando por la carretera hacia Grandas de Salime, a unos 2 kms. a la altura de San Luis, nos desviamos a la izquierda y por una carretera estrecha dimos fácilmente con la señal del Hotel Palacio de Prelo.
UN PALACIO PARA DOS
Una silueta de porte aristocrático más que de nativo de la zona, nos abre con amabilidad la puerta y con una serena bienvenida nos anima a seguirle. Era Antonio, el anfitrión, que disculpaba la circunstancial ausencia de su mujer Alicia. Nos enseñó con gran sensibilidad todas las estancias y quedamos prendados desde el primer instante. Primero, por su magnetismo y segundo, por las ganas que transmitía de querer vivir en la casa, disfrutarla, y prendarse de su entorno. El contacto con Antonio fue un intercambio constante de conocimiento, de la zona y sus costumbres y múltiples curiosidades. Me sentía super a gusto y encantado de que fuéramos los únicos huéspedes del fin de semana. Un lujazo.
Las casa palacio está llena de rincones y de estancias que enriquecen el conjunto y lo hacen muy genuino. Desde la capilla, con su especial inconografía, las habitaciones con la suite especial, a modo de duplex, increíble; los salones, el comedor con su lareira, la biblioteca, los muebles, con una combinación de sencillez y nobleza, tanto en la decoración como en los materiales, con un predominio de la madera, y muchos libros respirando a lo largo de toda la casa. Y sobre todo la orientación hacia el valle y las montañas, lo que convierte al Hotel Palacio de Prelo en una atalaya privilegiada para la vista y para disfrutar de los sonidos puros de la naturaleza, desde el despertar a la noche. Todo un privilegio para el descanso y la desconexión.
La primera noche cenamos fuera por una cita entre amigos, pero a partir del segundo día ya pudimos disfrutar de la cocina de Alicia. No perdimos la oportunidad desde el desayuno. Todo muy natural y casero, atendidos por la excelencia del trato de Antonio y la delicadeza de Alicia. Zumo natural, huevos fritos auténticos, tostadas con aceite, mantequilla o miel, croissants calientes, bizcocho casero, quesos asturianos, mermeladas y membrillo, etc. Super completo y camino a la excelencia.
LOS OSCOS: CASA PEDRO
Con la disculpa de salir a comer, después de un rato de lectura y escritura en uno de los salones con generosa galería, guiados por Antonio, y aprovechando la bonanza del tiempo, elegimos hacer una ruta original y desconocida que nos llevaría muy cerca de la frontera con Galicia por el interior. Recorrimos la Sierra de Bobia, y durante el trayecto disfrutamos de unas sensaciones y unas vistas espectaculares. Pasamos por prados verticales, con ganado manteniendo el equilibrio con el paisaje, por zonas con vistas únicas desde donde divisamos la desembocadura del Eo en el Cantábrico, y hasta la Ría de Foz, para llegar a escenarios con caballos en libertad, hasta ir descendiendo a la zona de Los Oscos, reserva de la Biosfera. En concreto hicimos parada en Santa Eulalia de Oscos para comer en el Restaurante Casa Pedro http://hotelcasapedro.com/restaurante también es Hotel Rural.
Nos dejamos guiar por la amabilidad de la camarera y compartimos de primero unos Rollitos de Repollo con Bacalao. La presencia al servirnos nos asustó por la cantidad de la ración, pero al probarlos, tenían un corte suave y un sabor aún más, deliciosos y sorprendentes, por algo son la especialidad. De segundo compartimos un plato de cuchara, Pote Asturiano, y un Pollo de Corral. Cocina casera y llena de sabor, platos cocinados con tiempo y reposo para consolidar sabores y caldos y salsas. Un restaurante muy recomendable y que vale la pena convertirlo en motivo de visita.
Nuestro planes de hacer una ruta de senderismo se vieron frustrados por una intensa tormenta, por lo que optamos por seguir haciendo el recorrido en coche estirándolo más, por las otras dos capitales de Los Oscos, San Martin y Villanueva, parándonos en el Ecomuseo del Pan. De seguido continuamos hacia Grandas de Salime, disfrutar de la belleza del pueblo y sobre todo de las vistas que te ofrece la carretera mientras te acercas al embalse. Es la última etapa asturiana del Camino Primitivo a Santiago de Compostela, antes de pasar a Galicia por el Puerto del Acebo.
Después de las fotos de rigor, el camino de vuelta lo hicimos por Pesoz, Illano, Doiras y Castrillón, alcanzando zonas con vistas maravillosas provocadas por la cuenca del Navia y sus afluentes, con conjuntos forestales espectaculares, a base de robles, castaños y abedules, además de alguna que otra masa de pinos. Cañones que nos recordaban el paisaje del Sil, aunque con menos pronunciamiento de las montañas, sobre todo por el Embalse de Doiras.
El regreso al Palacio de Prelo fue reconfortante y después de contemplar desde el balcón la caída del día y el reposo de la niebla en la montaña, nos dirigimos al comedor para disfrutar de la cena. Alicia preparó a nuestro gusto una menú muy asturiano. Comenzamos con una Crema caliente de Calabacín para acondicionar el cuerpo y seguimos con un Tortos de Maiz con Picadillo de Chorizo, que estaban espectaculares. Tuve que contenerme porque después nos esperaba un Cachopo, hecho con mucho mimo y no podíamos defraudar. Terminamos la cena con una crema de Yogur con Chocolate de chuparse los dedos. Realmente una cena digna de un Palacio.
JORNADA DE CONTRASTE: El CANTÁBRICO
Seguiamos condicionados por la inestabilidad del tiempo pero no íbamos a renunciar a las posibilidades magníficas del enclave de Prelo-Boal y su cercanía con la costa, a través de Navia, como eje, nos animó a programar la comida del día siguiente cerca del Mar. Para ello después de bajar hacia Navia, enlazamos con la Autovía del Cantábrico en dirección a Oviedo-Gijón, y a pocos kilómetros nos dirigimos al Puerto de Vega. Sólo la llegada y el enclave merecen la pena para comprobar uno de los grandes privilegios de Asturias, el maridaje entre mar y montaña, entre tierra y agua. Los alrededores son magníficos y la combinación de construcciones entre casonas típicas y las casas de indianos le confieren una identidad especial.
Bajamos hasta el corazón del Puerto, pasando entre calles y atravesando el paso entre los restaurantes y la lonja, para llegar a un gran aparcamiento cerca del faro, enfrentándonos al mar abierto y a los acantilados y dejando a la espalda el puerto de pescadores. Al dar la vuelta para dirigirnos al Restaurante, nos encontramos con el pueblo de frente en un paseo por la bocana de entrada al puerto, en forma de ese y convertido en mirador para admirar toda la belleza y el colorido de los barcos, las casas, con un frente de mar azul y un fondo de verde. Una auténtica postal.
Elegimos por su terraza cubierta y emplazamiento enfrente de la Lonja y cerca del mar, el Restaurante Sidrería Jorge http://restaurantejorge.com acertamos de pleno. Como lo que queríamos eran productos del mar, optamos por unos Calamares de Potera de primero y de segundo un San Martiño. Los primeros elaborados al estilo tradicional, aunque con un rebozado ligero lo que permitía apreciar el sabor de auténtico calamar y el pescado a la plancha, bien sazonado y bien cortado, acompañado de patatas cocidas. Sencillo pero auténtico.
De sobremesa nos dirigimos a tomar el café y el postre a otro emplazamiento referencia por su genuina belleza, la Villa de Luarca. Ya más turística y más visitada, no en vano se considera una de las capitales de la Costa Verde y pueblo natal del Nobel Severo Ochoa. Aparcamos también con facilidad en el Puerto, aunque nos tuvimos que refugiar pronto en un café para protegernos de una nube enfadada, Después nos dimos un paseo por la calles cercanas hasta el Puente del Beso y regresamos por la calle Párroco Camino para disfrutar de unos dulces de avellana y nueces en una de sus panaderías, y comprarnos una selección de quesos Asturianos, en concreto variedades del Queso de Pria, ahumado y tres leches.
Paró la lluvia y después de un paseo contemplando la entrada del mar en el corazón de la bella Luarca, seguimos nuestro recorrido, volviendo en dirección otra vez hacia el occidente y ya muy cerca de Navia, pero siguiendo por la carretera antigua de la costa, accediendo por La Caridad. Llegamos a un paraje totalmente de cuento y cuna de la escritora Corin Tellado, Viavélez. Una villa marinera que se limita a las casas que rodean su puerto, en la antigüedad famoso por su condición de ballenero. Es todo un descubrimiento y merece la pena detenerse y recrearse en la belleza de su litoral.
Para disfrutarlo y dimensionar el alcance de su enclave, subimos desde el mismo puerto, en donde los barcos se fotografían aparcados al lado de las casas haciendo conjuntos coordinados, a su Mirador, por una cuesta empinada ayudada por una escalera de madera en su último tramo, hasta donde se llega a la escultura Litoral de Ernesto Knorr. Se disfruta de una vista espectacular de la costa, de los faros en la bocana serpenteada con diques de entrada al Puerto, para contener la fuerza del Cantábrico, y del conjunto de puerto, mar y verde que lo convierten en una estampa única.
Bajamos desde la altura del mirador para detenernos a repostar en La Taberna de Viavélez, en el mismo puerto,. Un rincón único para disfrutar de los productos del mar con tranquilidad y reposo, en un ambiente idílico. Nos quedamos con su tarjeta para una próxima visita.
UNA PROVOCACIÓN PARA VOLVER
Invadidos por la brisa marina, regresamos de nuevo al interior para dejar caer la tarde en el trayecto a Prelo y disfrutar de los últimos momentos del día desde el balcón hacia la montaña, teniendo como testigos a camelias, calas y jazmines. Ya nos estaban esperando Antonio y Alicia para premiarnos con otra cena con ADN casero, con productos de la tierra y el mar.
Empezamos con unos Espárragos Naturales, con aceite y mayonesa, realmente exquisitos y perfectamente elegidos como introducción al menú. Seguimos con un Quiche de Berenjena, realmente espectacular, ligero y sedoso en el paladar, con todos los ingredientes perfectamente conjuntados. Por último, como había tomado pescado al mediodía aparqué la propuesta del Salmón al Horno con una pinta magnífica, para decidirme por uno de mis platos favoritos, Huevos fritos con Chorizo, elaborado manualmente por Alicia. Acerté de pleno. Sin palabras. Hacía tiempo que no tomaba un chorizo tan escandalosamente bueno y eso que toda mi familia es de Lugo, con lo cual tengo el listón muy alto.
Lo que normalmente se convierte en un trámite de despedida, nuestra última mañana de estancia se convirtió en un día fantástico en donde sellas el compromiso de volver. Lo primero fue la complicidad del sol que se clavaba en los prados y en las casas hasta penetrar y rasgar las cortinas de la habitación para obligarte a estirarte en el balcón y grabar las últimas instantáneas de un paisaje que ya se ha convertido en foto fija en mi álbum de la memoria. Me inspiré y respiré el elixir del aire puro mientras agradecí la suerte de conocer Prelo, su Palacio y a Alicia y Antonio.
Hicimos de la mano de nuestro anfitrión el último recorrido por el exterior de la casa, con su fuente de piedra y el cobertizo pendiente de rehabilitar para instalar un horno de hacer el pan. Y seguimos al pie de la letra la última sugerencia y recomendación de Antonio. Volver a Galicia por El Acebo y Fonsagrada, pero antes detenernos en el Area Recreativa del Puente de Castrillón en el embalse de Arbón, desde cuyo cauce se llega al Embalse de Doiras.
El paraje era idílico, para pasear escuchando la banda sonora del agua que caía por la cascada y se remansaba por los arroyos intercalada con el sonido de los pájaros que disfrutaban a rabiar de la libertad y pureza del paisaje. De vez en cuando se colaba algún pato salvaje para chapotear. Realmente una visita obligada para desde ahí trazar rutas como la de Piñera, de pocos kilómetros. O simplemente sentarse para meditar y disfrutar de un momento único y exclusivo. Fue sin duda una provocación para volver y para sellar el acierto del viaje.
Seguimos la ruta de regreso a Galicia en dirección hacia Grandes de Salime y de ahí por El Acebo a Fonsagrada, para comer, aunque tarde, en uno de los referentes de la gastronomía de la zona. Famoso por sus cocidos de «porco celta» en invierno y de grandes carnes, tanto caza, cerdo como vaca todo el año. Se trata del Restaurante Cantábrico. Para hacer honor a las sugerencias tomamos un Secreto de Porco Celta y un Cachopo de Ternera. Ambos magníficos, con lo cual, ya incorporamos el local a nuestra selección de recomendados y con ganas de probar otras especialidades, aunque quede lejos.
El resto del viaje de vuelta estuvo protagonizado por la ensoñación de la maravillosa experiencia de tres días intensos en donde volvimos a comprobar la fuerza de la excelencia de dos Comunidades hermanas, Galicia y Asturias. Las conectamos por la costa en la ida, y nos despedimos por el interior en la vuelta, con la promesa de establecer un circuito permanente de ida y vuelta, porque es lo mínimo que se merece este Paraíso que seguiremos descubriendo.