CÓMO NO GRITAR
Cómo no gritar,
resignarse a contagiar,
a convertir el interior
en una plaga
que arrase todos los prejuicios
que denuncie el genocidio
de la rebelión de los amores tardíos.
No existe nada más que una versión,
la original,
la tuya,
la que acaricias
más allá de la realidad,
de lo tangible.
La que te invade sin pedir permiso,
la indefinible,
la que excava el pensamiento
antes de estrenar el día
haciéndote prisionero
de una compañía
que te rescató de la nada,
para escribir un nuevo guión.
Ya no necesitas soñar,
sólo palpar.
Lamer el tiempo que compartes.
Atar el hoy
y soltar el más allá,
sin anclajes.
Romper la imparcialidad
de la inocencia
que te condujo a romper
el cordón umbilical
con la memoria.
Recuperar la conciencia
del que no huye,
del que se enfrenta
al reto de la verdad,
del que contribuye
a liberar las flores
de los jarrones
para sembrar
sus pétalos en el mar.
Y ahora,
con los labios,
dormidos por el silencio,
anestesiados
por la falta de corriente
de tu cuerpo
cuando te enfrentas
a la gravedad de la existencia,
impasible,
encuentras eco a los versos
y resucitas
mientras esperas
que alguien pague
el alquiler de los errores
para volver a pecar.
Pati/Agosto,18